jueves, 5 de noviembre de 2009


NO A LA "MILITARIZACIÓN" DE HUANCABAMBA
Por Marco Rumiche

La barbarie y el terror nos golpean fuertemente. La barbarie de quienes creen que el asesinato es una forma de expresar su rechazo. El terror generado por quienes creen que el fin justifica los medios.

Lo ocurrido en carmen de la Frontera no sólo es doloroso y execrable por las muertes registradas. También es un acto delincuencial cuyas consecuencias las pagarán, una vez más, los más olvidados y los verdaderamente inocentes.

La propuesta de instalar una base militar en las instalaciones del campamento minero Henrry Hills es la peor respuesta que se puede dar. Ello implica un respaldo tácito al proyecto de instalar un distrito minero en la zona a pesar del rechazo popular expresado en todos los idiomas.

Instalar una base militar es contradictorio porque se generan las condiciones para que se repita la triste historia de los militares a sueldo que actúan en Irak y porque en el Perú, sobretodo en las zonas andinas, todavía está fresco el recuerdo de las bases instaladas en Ayacucho con resultados nefastos como las fosas comunes en el Cuartel Los Cabitos.

La aparente solución que propone el gobierno aprista de Alan García y César Trelles Lara puede resultar peor que la enfermedad porque una base militar refuerza la idea de que tenemos una Policía Nacional inútil que ni siquiera puede identificar a los 10 ó 15 hombres que con armas cortas y escopetas y una enorme dosis de barbarie cometieron los crímenes que hoy todos lamentamos.

Además, la propuesta aprista es peligrosa porque su implementación implicaría la necesidad de declarar el Estado de Emergencia para que puedan ingresar las Fuerzas Armadas. Y no podemos caer en el facilismo de pensar que la declaratoria de emergencia y los militares solucionarán el problema.
Eso es tan falso como los supuestos avances en la lucha contrasubversiva en el VRAE.
Considero que por muy execrable y terrorífico que sea el acto delictivo, éste es de exclusiva competencia de la Policia Nacional porque la Constitución Política así lo manda y porque se debe respetar las competencias de las instituciones.

Una base militar reforzaría la idea del Estado milenariamente ausente. En gran parte de Huancabamba, como en muchas zonas del país, el Estado, los gobiernos y los mismos partidos políticos, han estado y siguen ausentes.

Eso se refleja en la falta de carreteras, los colegios prácticamente abandonados, los puestos de salud en situación paupérrima, el analfabetismo imperante y muchos aspectos más que afectan a los hombres y mujeres de zonas cuya riqueza es la envidia del mundo entero.

Ese Estado y ese gobierno ausente es percibido con desconfianza cuando se acerca con prepotencia y con el uso de la fuerza para imponer una proyecto de explotación minera que los lugareños no desean. Ese Estado que siempre fue requerido y nunca dio respuesta al abandono ahora se presenta en la zona pero no para escuchar sino para imponer la presencia de foráneos en nombre del desarrollo nacional.

Allí está la madre del cordero. Allí está la primera tarea del Estado y del gobierno que lo administra. La solución no es la militarización de la zona. No señores. El mundo civilizado requiere soluciones inteligentes y acordes a una cultura de paz basada en el respeto de los derechos de todos los hombres y mujeres, sobretodo, de quienes milenariamente han estado abandonados por ese Estado que hoy se muestra torpe en sus reacciones frente a la barbarie.

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